¿Qué cuenta como infidelidad hoy en día? ¿Un beso, un mensaje subido de tono, una cita con tu ex? En este artículo hablamos sobre los acuerdos de pareja, la comunicación y cómo gestionar los límites (o la falta de ellos) en relaciones monógamas y no monógamas.
Por Cecilia Bizzotto
Imagina esto: estás en una relación, todo va bien, y de repente descubres que tu pareja ha estado haciendo sexting, es decir, teniendo conversaciones picantes de forma virtual. ¿Es una traición? ¿Un desliz sin importancia? ¿O algo más?
Las respuestas a esta pregunta varían muchísimo. Según los últimos datos del CIS, para un 91,5% de las personas en España el tener una relación sexual y afectiva con alguien fuera de la pareja es infidelidad. Pero más allá de eso, el consenso se desvanece. ¿Y si solo fue un beso? ¿O una conversación subida de tono por redes? ¿Quedar con una ex? La línea se vuelve difusa.
Y aquí está la clave: no tenemos claro dónde empieza la infidelidad porque muchas veces damos por hecho acuerdos que nunca hemos hablado. Nos metemos en relaciones siguiendo el guión tradicional —ese de la exclusividad sexual y emocional— sin pararnos a nombrar los pactos que, supuestamente, compartimos.
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Así, sin darnos cuenta, nos encontramos comprometidas en una monogamia por defecto. Seguimos la “escalera relacional” sin cuestionarla: nos gustamos, nos liamos, pasamos más tiempo juntas… y un día, sin mediar palabra, ya somos pareja. Y con ello, asumimos que hay fidelidad, aunque no sepamos exactamente qué significa para cada quien.
Y claro, cuando se rompen límites que nunca se hablaron, aparecen los problemas de pareja.
Está claro que no hay un consenso social sobre qué es exactamente una infidelidad. Por ejemplo, según el CIS, para el 64,5% de las y los españoles es una infidelidad el “mantener conversaciones subidas de tono con otra persona a través de mensajes, teléfono o redes sociales”. Pero, para el otro 33,3% no lo es. ¿Y enamorarse de otra persona, es infidelidad o no? Pues si no se mantienen relaciones sexuales, para el 47,1% no es una infidelidad… pero para el otro 49,8% sí lo es. Los besos en los labios, quedar o hablar con una ex pareja o hacer sexting (es decir, mantener conversaciones picantes por mensaje) también generan división de opiniones.
Así que si estás en pareja (o si planeas estarlo), esta es tu señal para hablar de esto. ¿Qué entiende cada persona por fidelidad? ¿Qué se puede hacer y qué no? ¿Qué nos haría daño si pasara? Estos diálogos, aunque incómodos, son la base para construir relaciones sólidas, auténticas y cuidadosas.
Y aquí es donde las relaciones no monógamas tienen algo que enseñarnos. No porque sean “mejores” o más evolucionadas, sino porque, al no apoyarse en la exclusividad por defecto, requieren una comunicación brutalmente honesta. Las personas que practican poliamor, anarquía relacional o cualquier forma de no-monogamia consensuada, suelen tener clarísimos sus acuerdos… y qué se considera una ruptura de esos acuerdos.
Porque sí, también hay infidelidades en relaciones abiertas. Por ejemplo: si dos personas acuerdan que pueden tener sexo con otras personas, pero no con colegas del trabajo, y una rompe ese pacto, ahí hay una traición. Así que no, las relaciones abiertas no son “infidelidades consentidas”. También hay límites. También hay pactos. Y también hay que respetarlos.
Sea cual sea el modelo relacional que elijas, lo esencial es que seamos capaces de hablar, pactar, revisar y volver a hablar. Comunicar lo que te hace sentir segura, lo que necesitas para confiar, lo que te pondría en una situación vulnerable. Y estar abierta a renegociar, porque las personas y las relaciones cambian.
Y si alguna vez te han sido infiel, o tú lo has sido, sabrás que duele. Pero también que se puede atravesar y con el correcto acompañamiento, algunas parejas logran reconstruirse. Otras no. A veces lo mejor es terminar. A veces es el inicio de un vínculo más honesto. En cualquier caso, contar con apoyo —como el de una terapeuta de pareja— puede marcar la diferencia.
En resumen: las infidelidades no siempre tienen que ver con sexo. A veces se trata de secretos, de silencios, de cosas que se ocultan porque se asume que dolerán. Y ahí está la paradoja: lo que no se habla, puede herir más que lo que sí se hace.